miércoles, octubre 06, 2010

104. “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra .”


Lo mejor que puedes hacer es empezar el día meditando en Sal 2:8. “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra .”  Ya es tarde para mí”, me dijo el otro día un hombre de 60 años. “SÍ ii construí hasta hoy, ¿lo haré en el poco tiempo que me queda?” ‘1 no tienes idea de lo que puedes hacer si pones tu vida en las manos de Jesús. Ya se escribieron páginas gloriosas de personas que, en el mismo atardecer de su existencia, aprendieron a confiar en las promesas divinas. Tú también puedes escribir una nueva historia.

Por tanto, ¡no dudes! ¡No te rindas! ¡No desistas! Aunque los años de la juventud hayan pasado, y el vigor y la energía de la mocedad no estén más de tu lado, no temas. La promesa de hoy es: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”. Dios hizo la promesa de hoy en primer lugar a Jesús, el Mesías libertador de Israel. “Yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte”, afirma el Padre en el versículo 6, y después declara, “pídeme, y te daré por herencia las naciones”. En esta promesa, el Dios Creador del universo está afirmando que los dominios del Mesías no tendrían límites. Y fue así, Jesús conquistó el corazón del ser humano en “toda nación, tribu, lengua y pueblo”.

La promesa del Padre fue una realidad en la vida de Jesús. Pero esta promesa se hace extensiva a ti hoy. Es una invitación a soñar, a creer y a encarar las batallas diarias de la vida, sin temor. En la promesa hecha a Jesús, el Padre afirmaba acerca de las naciones enemigas: “Los quebrantarás con vara de hierro, como vasija de alfarero los desmenuzarás”. Ese es el destino de los enemigos que tratan de impedir la realización de tus sueños. Dios promete que tú los dominarás con vara de hierro. Por lo tanto, no dudes, ni te entregues, ni desistas.

Primero, confía en Dios. Después, identifica el problema. Nadie puede luchar contra un enemigo anónimo. Tú puedes envejecer dando golpes al aire sin acertar una sola vez. Por tanto, pide sabiduría a Dios para identificar el problema y determinar las causas.  Después, en nombre de Jesús, encamínate hacia la solución, recordando lo que el mismo Dios te prometió: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”.

Alejandro Bullón

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